El inicio del ciclo escolar en la provincia encuentra, una vez más, a la docencia movilizada en las calles.
A esto se le suma otro problema: según las pruebas Aprender 2018, al terminar la primaria, 27 de cada 100 estudiantes misioneros están por debajo del nivel básico o básico en sus conocimientos de lengua y 46 de cada 100 se ubican en esa escala en lo que refiere a matemáticas.
Se trata de un promedio provincial que encubre, al igual que en el resto del país, profundas diferencias según clase social. Por cierto, nadie espera que las Aprender 2021 muestren en cuadro mejor sino, más bien, lo contrario.
En el nivel secundario el panorama es peor según los números de 2019: 46 de cada 100 estudiantes adquieren conocimientos básicos de lengua y 85 de cada 100 están en ese nivel para matemáticas.
Por qué nos va mal
Hace unas semanas se ensayaron respuestas para explicar por qué nuestros estudiantes obtenían tan bajos resultados. Se debatió sobre un aspecto, en general, poco transitado: el método pedagógico empleado. En particular, la forma en la que se enseña la lecto-escritura.
Así, el eje se ubicó en el método basado en la psicogénesis en contraposición al método de conciencia fonológica. Ambos tienen concepciones distintas sobre las acciones y procesos de la infancia implicados en la adquisición de las primeras letras y también pueden funcionar combinados.
La crisis educativa es reflejo de la crisis social, en particular, del agotamiento histórico de las relaciones sociales capitalistas que estructuran la vida. Indicadores para mostrar esta crisis también sobran: hoy el promedio del salario de los trabajadores es la mitad del de 1974.
En ese esquema, los trabajadores informales lo pasan peor. La desocupación y la subocupación afectan a un tercio de la población. La mayor expresión de esto: la mitad del país es pobre y ese número afecta a siete de cada diez niñas y niños y con más fuerza aún a los hogares sostenidos por mujeres.
La educación se degrada como resultado de esa degradación social. Y la responsabilidad recae sobre todo el personal político -renovacionistas, radicales, peronistas, kirchneristas, macristas- que administran las necesidades y demandas de una clase capitalista parásita.