Natalia Falcón, con apenas 7 años de vida, prácticamente se esfumó de Corrientes mientras se dirigía a la escuela. Surgieron hipótesis, lugares y también hubo detenidos, pero nunca avanzaron en nada
Era un martes fresco y brillante, el 17 de mayo de 1994. Había planeado pasar por una amiga que vivía a solo unos pasos de su casa, con la intención de caminar juntas hacia el colegio. Sin embargo, el destino tenía otros planes y el encuentro con su compañerita nunca se materializó.
En el apremiante esfuerzo por localizar a Loan Danilo Peña, la triste historia de Natalia se tejió con hilos de inquietud, susurrando ecos de un posible secuestro ligado a una siniestra red de trata. Existía el temor latente de que la hubieran llevado al otro lado del río, a Paraguay, mientras que algunos testigos afirmaban haber avistado un misterioso auto rojo en los alrededores del lugar donde la nena desapareció
“Me siento tan culpable por no acompañarla”, se lamenta Yolanda Noemí Falcón, madre de la víctima, mientras charlaba con la prensa local al comienzo de la investigación. Tras tres décadas de búsqueda infructuosa, en otra conversación dejó entrever su eterna tristeza: “Es difícil mi vida, no es vida”.
La enigmática desaparición de Natalia Falcón
La última vez que la vieron, Natalia había pasado la noche en la casa de su abuela, una acogedora morada a solo unas cuadras de distancia de su hogar, donde vivía con su madre y su pequeño hermano de apenas dos años. Alrededor de las 7:30, se detuvo un momento en casa para recoger su mochila y, tras una rápida despedida, salió en busca de su amiga. Era su ritual matutino, un pequeño viaje del que siempre emergían juntos, asegurándose de llegar al colegio justo antes de que el reloj marcara las 8.
En un abrir y cerrar de ojos, en apenas minutos pareciera que la tierra se la tragó. Pero fue recién al llegar el mediodía cuando comenzó el verdadero tormento para su familia, al darse cuenta de que la nena no había vuelto del colegio. Esa misma tarde, su madre y su abuela se dirigieron a la comisaría del Barrio 17 de Agosto, decididas a presentar la denuncia. Sin embargo, regresaron a casa con las manos vacías y el corazón cargado de incertidumbre. Un agente de la policía de Corrientes, les informó que debían esperar un mínimo de 24 horas antes de hacer una denuncia por desaparición de persona.
La hipótesis del auto rojo
Las horas transcurrieron en silencio, sin rastro de la pequeña, y una tormenta de incertidumbre llevó al inicio de una investigación. La mirada inquieta de los detectives se posó enseguida en su madre, quien se convirtió en la primera sospechosa en la oscura trama que envolvía la desaparición de su hija.
Las acusaciones la señalaron como la responsable de un desenlace trágico, de haber matado a su propia hija. “Me acusaron de que yo maté a mi hija. Un día fueron y allanaron mi casa. Rompieron todo en la pieza de los chicos y ahí encontraron un pozo negro que ni sabía que existía. Yo estaba embarazada y no había ningún médico con esa gente que entró a mi casa”, contó Noemí durante una conversación con el diario El Libertador.
Durante esa primera etapa, las autoridades también apresaron a su exesposo, el padre de su segundo hijo, así como su pareja en aquel tiempo, acusándolos de estar involucrados en el supuesto secuestro de Natalia. Este último fue recluido en la comisaría, donde permaneció casi un mes bajo custodia. No obstante, las acusaciones carecían de pruebas que las respaldaran. Fue en ese momento que un vecino, como un inesperado actor del drama, hizo su aparición con una declaración que cambió el rumbo de la investigación.
El testigo declaró haber visto a Natalia subir a un auto de color rojo. Su relato resultó fundamental para que surgieran las primeras especulaciones sobre un posible rapto. El innegable paralelismo con los casos de Carlitos González en 1993 y el actual de Loan Danilo Peña no puede pasarse por alto.
La realidad es que desde aquel martes, hace tres décadas, no volvieron a ver al supuesto coche de los captores, al igual que la pequeña y el hombre que había contado esa historia. Quien desafortunadamente, falleció poco después, llevándose consigo cualquier detalle adicional que pudiera haber esclarecido el misterio.
La pista Paraguay
En febrero de 1995, casi un año después de su misteriosa desaparición, una nueva pista encendió la esperanza en el corazón de la madre y la abuela de Natalia. Con solo una fotografía en mano y un deseo ferviente de reencontrarla, se embarcaron en un viaje hacia Paraguay, dispuestas a buscarla solas, sin la ayuda de las autoridades.
Según los informes de los medios locales, la abuela de la pequeña desaparecida, Candia, tuvo la oportunidad de reunirse durante su viaje con la jueza de menores de Paraguay y una funcionaria del tribunal. Al contemplar la fotografía de la niña, le vino a la mente un recuerdo vívido: aparentemente la habían visto merodeando por los alrededores del Palacio de Justicia en Asunción.
Una familia, inquieta por el llanto desgarrador de la niña que se encontraba sola en la calle, decidió acercarla al edificio de justicia. Sin embargo, poco después apareció una mujer que afirmaba ser su tía. Sin dudarlo ni un instante, el policía a quien le habían entregado la niña le dio la nena perdida a la mujer, sin plantear ninguna pregunta.
“Fue lo más cercano a mi nieta que estuve, se me escapó de mis narices”, relató Candia con un profundo pesar al diario El Litoral. La mujer partió de este mundo hace algunos años, dejando tras de sí un misterio que sigue sin resolverse, un enigma que nadie ha logrado aclarar ni descubrir su destino.
La eterna búsqueda
Al igual que en otros conmovedores casos de niños desaparecidos, la organización sin fines de lucro Missing Children tomó una valiente iniciativa en la búsqueda de Natalia, enviando su imagen a Estados Unidos. Allí, un equipo de expertos se dedicó a reconstruir su semblante, creando una proyección temporal que capturara sus rasgos con la mayor fidelidad posible. Era el año 2009, un momento singular, ya que fue la única de su tipo que se llevó a cabo.
En este momento, la investigación sobre la misteriosa desaparición de Natalia Falcón permanece activa, pero lamentablemente ha quedado estancada. Hoy, esa niña de siete años que desapareció de sus vidas se ha convertido en una mujer de 37, y su madre, con el corazón lleno de anhelos, sigue aferrándose a la esperanza de reencontrarse con ella.
“Quiero que sepa que estoy viva y que por ella todavía sigo luchando. Y quiero seguir viviendo, y que por lo menos Dios me dé la oportunidad de verla una vez más. Si me tengo que morir, primero quiero verla y después sí, que Dios me lleve. Pero que sepa que le busco, que siempre pienso en ella. Que no piense que su mamá se olvidó de ella”, afirmó Noemí en una entrevista con el diario local El Libertador.