Una de las profesiones más cercanas y más en sintonía con la sociedad, es el periodismo. Pero en algún momento perdió la confianza y hoy día un número muy alto de personas ya no confía en los exponentes de la prensa.
En los últimos años, la confianza en el periodismo ha disminuido de forma notable. Aunque seguimos consumiendo noticias a diario, cada vez más personas cuestionan su veracidad, su intención y a quienes las producen. ¿Qué está detrás de esta desconfianza creciente?

Hoy, muchos medios son percibidos como actores políticos más que como fuentes imparciales de información. Ya sea por alineamientos ideológicos o dependencia económica de gobiernos y empresas, parte del público siente que no se informa, sino que se le intenta convencer.
Una encuesta reciente dice que más del 90% de las personas no confía en lo absoluto en el periodismo actual.
Titulares que priorizan el impacto sobre la verdad
El sensacionalismo, los titulares manipuladores y la exageración para obtener clics han deteriorado la credibilidad del periodismo. Cuando se sacrifica el contexto por la velocidad, el resultado es desinformación.
Expectativas vs. Realidad
Existe una imagen idealizada del periodista como héroe de la verdad. Cuando la práctica real, muchas veces limitada por recursos, tiempos o presiones externas, no cumple con esas expectativas, se genera frustración.
Redes sociales: terreno fértil para la confusión
En un entorno donde todos pueden “informar”, las voces profesionales compiten con rumores, opiniones disfrazadas de hechos y contenidos virales sin fuentes. Esto genera una mezcla caótica en la que es difícil distinguir qué es cierto y qué no.
Una expectativa alta, muchas veces incumplida
La sociedad espera que el periodismo sea un guardián de la verdad. Cuando no lo es —por presión, intereses o descuido—, la decepción es profunda.
¿Y ahora qué?
La solución no es abandonar el periodismo, sino exigir que sea mejor: más riguroso, independiente, transparente y humano. También implica reconocer y apoyar a quienes lo ejercen con ética y compromiso.
Porque sin periodismo confiable, la democracia pierde una de sus principales defensas.