Alejandro Aquino

 

 

Alejandro, de 12 años, relató cómo sobrevivió junto a su padre al siniestro del arroyo Yazá. “Si toman alcohol, no manejen”, pidió entre lágrimas.

 

 

El testimonio de Alejandro Aquino, un niño de 12 años, puso voz al dolor y la esperanza detrás de la tragedia vial del arroyo Yazá, ocurrida el pasado domingo sobre la Ruta Nacional 14, a la altura de Campo Viera. El pequeño viajaba junto a su padre en el colectivo de la empresa Sol del Norte, cuando el vehículo fue embestido por un automóvil y terminó cayendo al cauce del arroyo, dejando un saldo de nueve muertos y 29 heridos.

Alejandro aún recuerda con nitidez los segundos previos al impacto.

“Mi papá se levantó y me abrazó rápido. Cuando me abrazó, el colectivo se empezó a descontrolar”, contó con voz temblorosa.

El menor perdió el conocimiento durante la caída y, al despertar, se encontró dentro del agua, con parte del colectivo hundido y su padre atrapado a su lado.

“Yo gritaba, pedía auxilio, porque mi papá apenas podía respirar. Les pedía que hagan un agujero para que él pudiera respirar”, relató entre lágrimas.

A pesar del dolor por su brazo fracturado y múltiples cortes, el niño no dejó de pedir ayuda. Sus gritos guiaron a los bomberos y rescatistas, quienes lograron ubicarlos entre los restos del colectivo. Los efectivos cortaron el techo del vehículo y abrieron un hueco para que entrara aire, una acción que resultó clave para mantenerlos con vida hasta el rescate final.


Valentía en medio del horror

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los socorristas describieron a Alejandro como “un chico increíblemente fuerte” que mantuvo la calma y ayudó a su padre pese a la desesperación. “Nos iba guiando con la voz. Sin él, tal vez no los encontrábamos a tiempo”, contó uno de los bomberos que participó del operativo.

El niño fue dado de alta el martes del hospital Samic de Oberá.


“Si toman alcohol, no manejen”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antes de concluir su testimonio, Alejandro dejó un mensaje que conmovió a toda la provincia de Misiones:

“Quiero decirle a la gente que si toma alcohol, no maneje. Por culpa de esas decisiones, personas inocentes como nosotros terminamos sufriendo”.

Su frase resonó en redes sociales y en los medios, transformándose en un símbolo de conciencia y esperanza frente a una tragedia que pudo haberse evitado.

El relato del pequeño sobreviviente refleja la dimensión humana de uno de los siniestros más graves de los últimos años en la región, donde la imprudencia y el exceso de alcohol al volante volvieron a dejar una marca imborrable.