Nora Dalmasso, el fiscal Nisman y el ex secretario privado de Cristina, otros casos con celulares que guardan secretos sin revelar.
El asesino de Nora Dalmasso se llevó una sola cosa de la escena del crimen: el celular de la víctima. Aquella madrugada en que la ahorcó con el cinto de una bata de baño dejó allí mismo, sin tocar, una billetera con 800 pesos (en ese momento, 300 dólares), tarjetas de crédito y un Rolex. Así, únicamente con el teléfono de la víctima, se perdió para siempre bajo la noche y el diluvio.
Van a cumplirse 16 años y ninguno de los dos apareció nunca. Ni el asesino. Ni el celular. Uno llevaba las pistas del otro.
El celular del fiscal Nisman sí quedó en la escena del crimen (¿cómo podría sostenerse un suicidio si alguien se llevaba su teléfono?) pero, a cambio del extravío, fue cuidadosamente borrado.
La fiscalía que investiga el crimen del fiscal comprobó inconsistencias entre la información aportada por las compañías telefónica y de mensajería y el equipo físico. Es decir, llamadas y mensajes que aparecen en las compañías y en celulares de quienes trataban de comunicarse con Nisman que no tienen su contrapartida en el celular de Nisman. Llamadas y mensajes emitidos que directamente no están registrados en el aparato receptor.
Para los peritos, esto puede ser por una única causa: el teléfono fue adulterado a través de un sistema conocido como “borrado seguro” que no permite recuperar los datos perdidos. Ninguna persona que no tenga conocimientos avanzados de informática sabe hacerlo. Nisman no los tenía.
Su red inalámbrica era extremadamente débil. La contraseña de su wifi era “1212121212”.
Cualquier usuario con conocimientos básicos podía entrar a administrar su router y desde allí controlar los aparatos conectados a la red como hacía Lagomarsino, hasta ahora el único procesado por el asesinato del fiscal.
También fue hallado el celular de Fabián Gutiérrez -el secretario privado de Cristina Kirchner- tras su crimen atroz en El Calafate. En un protocolo del absurdo casi idéntico al que sucede ahora con el celular del hombre que gatilló su arma sobre la vicepresidenta, el celular de Gutiérrez también se quedó mudo.
Aún no se sabe cómo sucedió. Sólo se sabe que, de todos los celulares que llegaron desde Santa Cruz hasta la sede de Gendarmería en Buenos Aires -el Edificio Centinela, en Retiro- sólo uno llegó con el sobre abierto: el iPhone rojo de Gutiérrez.
Cuando los gendarmes quisieron analizarlo, estaba inutilizado. Sus datos nunca pudieron recuperarse.
La información pudo ser crucial para determinar cómo un grupo de jóvenes emboscó, torturó y asesinó al secretario de Cristina mientras le pedía “la plata de la corrupción” y una camioneta RAM, cuyos ocupantes nunca fueron identificados, esperaba en un terreno lindero.
¿Qué información sobre la economía personal de la víctima se perdió en ese sobre que alguien abrió en el largo camino entre El Calafate y Buenos Aires? Como secretario de Cristina, Gutiérrez pasó de tener un auto viejo a 36 propiedades (casas, departamentos y hoteles), 35 vehículos y tres embarcaciones.
Gutiérrez había declarado en la causa de los cuadernos que José López (el hombre de los 9 millones de dólares en el convento) le llevaba bolsos a Néstor Kirchner, a la Casa Rosada, de noche.
Ahora se borra la información del hombre que gatilló sobre Cristina. Accidentalmente o no, quizá podía haber algo que apuntalara más alguna de las hipótesis en danza: confirmar que fue un lobo solitario o, como parece preferir el gobierno, parte de una manada que lo usó para el ataque “por odio”.
A veces perder información es mejor que cerrar un caso demasiado rápido con una hipótesis demasiado simple.
(Fuente: Clarín)