Una diputada bonaerense propuso crear un impuesto al metano que generan las vacas. El campo rechazó la iniciativa y cuestionó su viabilidad.
La discusión política argentina no deja de sumar capítulos inesperados. Esta vez, la polémica llegó desde la Legislatura bonaerense, donde la diputada Lucía Klug —referenciada en el espacio de Juan Grabois— presentó un proyecto para crear un impuesto a… los gases de las vacas. Sí, los mismos bovinos que pastan tranquilos en el campo y cuyo sistema digestivo genera metano, uno de los gases de efecto invernadero más señalados por el calentamiento global.
Según el planteo, la “Tasa Ambiental sobre el Metano en Buenos Aires” (TAMBA) buscaría compensar el impacto climático generado por la industria cárnica y láctea. La idea es destinar los fondos recaudados a mejorar la gestión de residuos urbanos, un problema real, aunque poco relacionado con la situación de los bovinos, al menos desde la perspectiva del sector.
El proyecto se sostiene en el principio de Responsabilidad Extendida del Productor y plantea la creación de un fondo fiduciario para mitigar emisiones. De acuerdo con los fundamentos, la ganadería genera el 19% del metano en Argentina, mientras que la mala disposición de residuos urbanos aporta un 6%. El objetivo: equilibrar ambas huellas contaminantes con un nuevo tributo.

Pero como era de esperarse, la reacción del campo fue inmediata. La Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP) rechazó la propuesta con ironía propia: “El metano se mide; la improvisación legislativa también… y emite mucho más”. En un fuerte comunicado, la entidad cuestionó la presión fiscal que ya recae sobre el sector y advirtió que un nuevo impuesto “no reduce emisiones, reduce producción, competitividad y empleo”.
Incluso insinuaron una contrapropuesta alternativa: una tasa para los legisladores que impulsan proyectos “improvisados”.
La discusión expone otra vez la tensión permanente entre la agenda productiva y la ambiental, especialmente en la provincia de Buenos Aires, responsable de un cuarto de las emisiones nacionales, según datos oficiales. Y aunque el debate climático es ineludible, la iniciativa generó más sorpresa que adhesiones.
Lucía Klug, autora del proyecto y legisladora más joven de la provincia —electa con 24 años— finaliza su mandato esta semana. Con su propuesta, logró lo que pocos: poner en el centro de la escena una discusión tan inesperada que obliga a releer el título para confirmar que no se trata de una sátira.
Cuando creíamos que el año no podía regalarnos más sorpresas, aparece la TAMBA: el impuesto que promete controlar el calentamiento global… empezando por los eructos de las vacas. Tal vez el próximo proyecto incluya un registro de rumiantes “de baja emisión”, certificados con código QR. Argentina, siempre un paso adelante en creatividad legislativa.





