La nueva variante de COVID detectada en Reino Unido y EE.UU. provoca síntomas poco comunes como dolor intenso de garganta. Los expertos advierten sobre su rápida propagación y recomiendan el uso de mascarilla.
Una nueva variante de COVID-19 está generando preocupación en Reino Unido y Estados Unidos debido al aumento de casos y a la aparición de síntomas poco habituales en algunos pacientes.
Según la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido (UKHSA), la positividad de los test pasó del 7,6% al 8,4% en una semana, mientras que las hospitalizaciones subieron de 2,0 a 2,73 por cada 100.000 habitantes.
En Estados Unidos, los CDC informaron que los niveles de COVID en aguas residuales son moderados a nivel nacional, aunque cuatro estados registran niveles “muy altos” y en la región noreste la tendencia está en ascenso.
Entre los síntomas reportados, varios pacientes describieron un dolor de garganta intenso “como si estuviera cubierto de hojas de afeitar”, señaló el especialista en enfermedades infecciosas Dr. Aaron Glatt. No obstante, los expertos aclaran que no es exclusivo de esta variante. Además, se observan molestias comunes como dolor de cabeza, tos, fatiga y congestión nasal.
Si bien las nuevas mutaciones no parecen ser más graves que las anteriores, sí aumentan la capacidad de propagación del virus.
Recomendaciones de salud
La UKHSA pidió que las personas con síntomas eviten el contacto con poblaciones vulnerables y, en caso de salir, usen mascarilla. Además, recomiendan permanecer en casa si presentan fiebre alta o malestar general.
Tanto en Reino Unido como en EE.UU., los grupos de riesgo —mayores de 75 años, personas inmunodeprimidas y residentes de asilos— ya tienen acceso a la dosis de refuerzo, junto con mujeres embarazadas, niños y bebés que pueden recibir vacuna antigripal en farmacias comunitarias.
El repunte de casos ocurre en paralelo a un polémico estudio surcoreano que vinculó las vacunas contra el COVID-19 con mayor riesgo de cáncer. Sin embargo, los expertos internacionales descartaron esos resultados por carecer de bases científicas sólidas. “No hay pruebas creíbles de que las vacunas interfieran con los supresores tumorales ni estimulen el crecimiento del cáncer”, señalaron los científicos.





