El ITBA reveló que el 70% de Buenos Aires tiene agua con arsénico. La ingesta prolongada eleva el riesgo de cáncer y graves patologías respiratorias.
Un informe reciente del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) encendió una fuerte señal de alerta: cerca del 70% del territorio bonaerense presenta niveles de arsénico en el agua superiores a los recomendados para el consumo humano. El dato surge del Mapa de Arsénico, elaborado a partir de más de 350 muestras tomadas en distintas regiones del país.
El relevamiento muestra una situación crítica para la provincia de Buenos Aires, donde el elemento químico —presente de manera natural en la corteza terrestre— aparece en concentraciones que, consumidas de forma sostenida, incrementan el riesgo de cáncer de pulmón, cáncer de laringe, tos crónica y fibrosis pulmonar, entre otras patologías.
La advertencia no es nueva. La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye al arsénico dentro del grupo de las 10 sustancias químicas más peligrosas para la salud pública. Según el organismo, alrededor de 140 millones de personas en 70 países consumen agua con valores de arsénico superiores a los 10 microgramos por litro, el límite internacional recomendado.
Entre los principales vectores de exposición se encuentran el agua destinada al consumo diario, el riego de cultivos con agua contaminada y los alimentos preparados con esa misma fuente. En Argentina, el problema se distribuye de manera estructural y afecta diversas regiones.
“En nuestro país, las áreas más comprometidas se concentran en el 70% de la provincia de Buenos Aires, especialmente el corredor de la ruta 5 —como 9 de Julio, Bragado, Casares y Trenque Lauquen— y sectores cercanos a Mar del Plata”, explicó Jorge Daniel Stripeikis, responsable del Mapa de Arsénico del ITBA. La contaminación también se observa en el sur de Córdoba y Santa Fe, además de La Pampa, Mendoza, Tucumán, Santiago del Estero, Salta, Chaco y Formosa.
Especialistas del ITBA señalan que la exposición prolongada puede derivar en Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE), un cuadro clínico que avanza lentamente y cuya falta de tratamiento multiplica los riesgos. La fuente del problema es mayoritariamente natural: responde a movimientos geológicos de millones de años asociados a la formación de la Cordillera de los Andes, que liberaron arsénico en napas subterráneas.
Mientras tanto, organizaciones sanitarias y expertos insisten en la necesidad de monitoreos permanentes, acceso a sistemas de filtrado y políticas de infraestructura que garanticen agua segura para las zonas más afectadas. La advertencia es clara: la exposición existe, es extensa y requiere acciones urgentes.

