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La justicia absolvió al cacique Marcelo Núñez

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Después de cinco años de estar preso,  el exmburuvicha Marcelo Núñez, acusado de haber asesinado a su pareja en 2020, recuperó la libertad.

 

 

 

El tribunal consideró que no hubo pruebas suficientes para sostener la acusación, ya que no pudo acreditarse que la muerte de su mujer fuera consecuencia de una acción violenta, ni tampoco que hubiera sido víctima de violencia de género.

 

 

 

 

El mismo médico forense reconoció ante el tribunal que, debido al estado en el que recibió el cuerpo, no pudo establecer la causa de muerte. Sin embargo, el Estado mantuvo durante cinco años una acusación basada en conjeturas, omitiendo completamente el contexto social, cultural y sanitario, y la responsabilidad del personal de salud que se negó a revisar el cuerpo y –suponiendo que se trataba de Covid- sugirió incinerarlo.

 

 

 

 

De hecho, el fiscal insistió en reiteradas ocasiones en la necesidad de “tener en cuenta el contexto”, pero ignoró deliberadamente el contexto que sí existía y era determinante: la pandemia, las condiciones materiales y, sobre todo, la cultura Mbya, con sus tiempos, lengua y modos.

 

 

 

 

Otra justicia es posible

 

 

 

 

La absolución es un acto de reparación pero al mismo tiempo deja al descubierto un sistema estructuralmente racista, que en todos estos años no tuvo en cuenta los derechos indígenas y que, además, estuvo reforzado por una cobertura mediática plagada de discursos de odio, discriminación e ideas preconcebidas.

 

 

 

 

Hoy, más que nunca, es necesario exigir que la Justicia argentina sea verdaderamente intercultural, que respete la diversidad y los tratados internacionales que firmó, y que nunca más el prejuicio valga más que la prueba.

 

 

 

 

 

Por primera vez en cinco años, la justicia fue justa. Eligió mirar los hechos en lugar de las conjeturas, escuchar y atenerse a las pruebas más que a la voz estigmatizante. Eligió reparar el daño que ella misma ayudó a causar. Hoy se demostró que otra justicia es posible y necesaria.

 

 

 

 

 

Marcelo Núñez recuperó su libertad. Ahora tocará levantar cabeza y seguir, con las marcas que le dejó media década de encierro.

 

 

 

 

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