Hoy se celebra la noche de San Juan, una tradición de fuego y creencias de antaño que se sigue manteniendo en algunos lugares del país.
Cada 23 de junio por la noche, comunidades de distintas regiones de Argentina se reúnen para celebrar una de las festividades más antiguas y cargadas de simbolismo del calendario: la Noche de San Juan. Esta tradición, heredada de España y fusionada con costumbres locales, mezclas rituales paganos, creencias populares y celebraciones religiosas en torno al fuego, el cambio de estación y el misterio.
La festividad tiene lugar en la víspera del 24 de junio, fecha que conmemora el nacimiento de San Juan Bautista, el único santo del calendario católico cuya festividad celebra su nacimiento y no su muerte. Según la creencia, esa noche “todo es posible”: los deseos se pueden volver realidad, las almas se comunican, y los elementos de la naturaleza —el fuego, el agua y la tierra— adquieren un poder especial.
En distintos puntos del país, especialmente en el norte argentino y en comunidades con fuerte impronta hispánica, la Noche de San Juan se vive con intensidad. Se encienden grandes fogatas en plazas o terrenos comunitarios donde los vecinos se reúnen a compartir comida, bebidas y rituales. Muchos saltan sobre el fuego para “purificarse” y dejar atrás lo negativo del año. Otros escriben deseos en papeles que luego queman con la esperanza de que se cumplan.
Entre los rituales más populares también está el de dejar una rama de laurel bajo la almohada para soñar con el futuro, arrojar una clara de huevo en un vaso con agua para “leer” la forma que toma al amanecer, o plantar una semilla con una intención personal.
Además de su carácter espiritual, la Noche de San Juan tiene un fuerte valor comunitario. Es una excusa para reunir generaciones enteras en torno a historias, mitos y supersticiones que siguen vivas a pesar del paso del tiempo. Aunque en las grandes ciudades estas celebraciones se han ido perdiendo, en pueblos y localidades del interior argentino, la tradición se mantiene vigente y cobra un sentido de identidad cultural y resistencia.
En tiempos de hiperconectividad y modernidad, la Noche de San Juan sigue siendo una invitación a mirar al cielo, reconectar con la tierra y creer —al menos por una noche— en lo mágico.