(Desde Riad, enviada especial) “Ya verás cuando llegues a Arabia Saudita. No podrás obtener impresiones reales de lo que piensan los saudíes. Todo el mundo está asustado”.
Las palabras de Lina al-Hathloul resuenan en cada momento que paso en Riad. Un mes antes de viajar la contacté para entender un poco más cómo es la vida en este extremo del mundo en la península arábiga tras los cambios de los últimos años. Especialmente siendo mujer.
Pisar Arabia Saudita como mujer es una experiencia que te mantiene inquieta casi de manera constante. Ya al bajarse del avión una se empieza a preguntar si la ropa que tiene puesta es lo suficientemente holgada, si hay algo de piel a la vista, si está bien tener el pelo suelto y sin tapar. Lo mejor es pasar desapercibida, me dijeron.
La realidad es que se ve de todo: mujeres con el pelo suelto, con hijab, con abaya pero muy pocas con burka, aunque me explican que otras ciudades más conservadoras aún cuentan otra historia. Pero aquí, en Riad, las mujeres parecen brillar, bellísimas detrás de vestidos y abayas de telas vaporosas y sedosas, y maquillaje de estrellas de cine.
Lina me dijo que está claro que la situación para las mujeres cambió en los últimos años, pero no se trata de un cambio estructural. “No es una transformación profunda ni robusta. Y como cualquier decisión en el reino en este momento, puede revertirse en un día”.
Hasta hace poco, las mujeres saudíes no gozaban de casi ninguna de las libertades que tienen sus pares en otras partes del mundo. Esto cambió recientemente cuando el príncipe heredero Mohammed bin Salman (MBS) se convirtió en el líder de facto y prometió nuevas oportunidades para las mujeres saudíes como parte de un amplio plan de modernización llamado Vision 2030.
Para diversificar su economía y atraer inversionistas y crear más oportunidades laborales, no le quedó otra opción que relajar un poco la cultura conservadora que ha mantenido a la mayoría de las mujeres cerca de casa durante años. Ahora las mujeres pueden manejar y pueden trabajar. Como resultado, en los últimos cinco años, el porcentaje de mujeres que trabajan fuera del hogar pasó del 18 al 32%, según cifras oficiales.
Y a la par de este crecimiento, los sexos comienzan a convivir en el espacio público: la segregación que mantenía a hombres y mujeres separados en restaurantes, cafés y tiendas está desapareciendo de a poco. Las mujeres también pueden ir al cine, a recitales y a ciertos eventos deportivos, algo impensado hace poco tiempo. Pueden tener sus pasaportes y viajar solas. No hace falta que usen una abaya o hiyab, aunque sí deben vestirse “apropiadamente”.
“Hace unos meses, una mujer fue arrestada por indecencia pública, porque ella pensaba que se le permitía usar lo que tenía puesto, pero un policía consideró que no estaba vestida lo suficientemente decente. Entonces, ¿cuál es el beneficio de tener más derechos si no son protegidos?”, pregunta Lina. “No estás otorgando derechos, estás imponiendo nuevas reglas de las que no todos se pueden beneficiar, y después quieres que te agradezcan cambios que no son estructurales”.
Es que incluso en la actualidad, en la que hay más libertades ganadas, la elección personal es un lujo. Las decisiones de las mujeres saudíes deben ajustarse a las de su tutor masculino. Así lo resume Hala Aldosari, investigadora visitante de género, salud de la mujer y política en el Instituto de los Estados Árabes del Golfo en Washington. Aldosari, que hace campaña y aboga por los derechos de las mujeres y la protección contra la violencia en Arabia Saudita, debió escapar en el 2014 y todavía vive en el exilio.
Lo que dice no es en vano. El sistema de tutela sigue vigente, lo que significa que las mujeres dependen del permiso y la voluntad de los hombres -en general padres o esposos, pero en algunos casos sus propios hijos- para casarse y otras elecciones importantes.
“Es verdad que más y más mujeres son capaces de disfrutar por lo menos de tomarse un café y encontrarse con amigos. No tienen que necesariamente adherirse a un código estricto de vestimenta donde debes cubrirte completa”, me dice gesticulando a su opulenta cabellera al descubierto desde su hogar en Washington DC. “Pero sí sufren de acoso sexual, y de problemas que existen en una sociedad que solía ser muy conservadora y aún está transicionando hacia un lugar más abierto”.
Y la aplicación de leyes anti-acoso sexual sigue siendo vaga. “No sabemos cómo el gobierno está lidiando con esto, porque las mujeres suelen vacilar a la hora de reportar a las autoridades lo ocurrido, debido a que pueden cuestionarla a ella sobre cómo estaba vestida o en la que habló, o por presión familiar: tal vez sus familiares no la dejen salir más de la casa o a vestirse de cierta manera. Es posible que muchas de las mujeres que podrían ser abusadas sexualmente en los lugares de trabajo o en espacios públicos no estén dispuestas a presentarse y denunciar los incidentes o, si lo hicieron, no hablarían públicamente de eso porque el gobierno es muy sensible a la imagen pública. Terminan siendo acosadas por el sistema. Porque hay una obsesión de mantener una imagen pública perfecta”.
Las activistas, a prisión
Loujain al-Hathloul es una activista por los derechos de las mujeres que fue detenida arbitrariamente en 2018 por ejercer su derecho a la libertad de expresión y presionar para que las mujeres puedan manejar, algo que MBS ya estaba por permitir. Estuvo tres años encarcelada, sufrió tortura y acoso sexual, y hoy encuentra su libertad de movimiento restringida por una prohibición de viajar de cinco años de duración.
En el 2021 escribió en una artículo de investigación que “el empoderamiento de las mujeres no se trata solo de mejorar estadísticas, sino que debe darles a las mujeres el poder de influir en su entorno. Para las mujeres de la región, un imperativo relacionado a corto y largo plazo es que no se utilice a las mujeres para embellecer la imagen de un país a expensas de su verdadero empoderamiento”.
Loujain es la hermana de Lina.
Lina, que también es activista, luchó arduamente por la liberación de su Loujain, y se desempeña como directora de monitoreo y comunicaciones de ALQST, una organización sin fines de lucro que promueve los derechos humanos en Arabia Saudita. Hoy vive en el exilio.
“A principios del 2018, mi hermana fue secuestrada en los Emiratos, donde vivía. La paró la policía en la autopista, le vendaron los ojos y la llevaron de vuelta a Arabia Saudita en avión. La interrogaron un par de días y luego la liberaron y le prohibieron salir del país. Dos meses después irrumpieron en su casa en Riad y se la llevaron. Fue desaparecida de manera forzosa por casi un mes”.
“Luego estuvo en una prisión secreta por unos meses… en realidad era un centro de tortura. Durante meses la electrocutaron, la azotaron, la ahogaron y la acosaron sexualmente. Más tarde la acusaron formalmente con cargos de terrorismo. Ella es activista por los derechos humanos y estaba en contacto con Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Arabia Saudita considera que cualquier tipo de activismo es terrorismo”.
A pesar de que fue puesta en libertad, no le permiten salir del país. Ni a ella ni a su familia. “Eso no es libertad”, dice Lina. “Estás constantemente mirando hacia atrás, pensando que puedes decir algo equivocado y pueden venir en cualquier momento a arrestarte de nuevo. Vive en un estado constante de miedo en una prisión un poco más grande, pero una prisión al fin”.
Las redes sociales se convierten en un peligro
En agosto, Nourah al-Qahtani, una madre de cinco hijos de unos 40 años, fue recientemente encarcelada por 45 años por usar Twitter para “desafiar” al rey y al príncipe heredero del país. Unos días antes, Salma al-Shehab, una candidata a doctorado en la Universidad de Leeds de Gran Bretaña, había sido sentenciada a 34 años de prisión por “ayudar a disidentes que buscaban perturbar el orden público” retuiteando sus publicaciones. Tweets y retweets. Sólo eso bastó para condenar a estas mujeres.
Las autoridades saudíes han llevado a cabo 122 ejecuciones en lo que va de 2022, según datos de Al-Qst, el organismo de control de los derechos humanos dirigido por exiliados saudíes. Solo en marzo ejecutaron a 104 presos, incluidos 81 en un solo día.
El miedo es tan generalizado que una publicación perdida en las redes sociales o un mensaje privado puede llevar al arresto. Por eso los saudíes, especialmente las mujeres, tienen un cuidado extremo.
Es que MBS vive en un estado de paranoia constante. “Tiene el miedo constante de no ser aceptado, o de ser rechazado, o que haya disidencia”, analiza Lina. “así que cualquier cosa que esté conectada con la voluntad popular, de lo que opinan sobre cómo debería ser la sociedad, lo hace sentir miedo, y busca estabilizar su poder y su posición generando más miedo”.
“Entonces ve a estas activistas que han sido aplaudidas y consideradas reformistas por abogar por los derechos de las mujeres y lo ve como algo negativo. Lo que quiere es que le den crédito a él para obtener legitimidad. Por eso silencian las voces disidentes. Ellos no quieren una sociedad civil”.
Ya no hay casi ninguna plataforma para hablar de manera segura. Me comunico con las activistas a través de una aplicación encriptada en la que los mensajes se borran en el lapso de un día.
“No hay casi debate social” dice Lina en un mensaje de voz. Cuando hay un escándalo por ejemplo de pedofilia, o la golpiza de mujeres, la gente comienza a volver a Twitter, pero con cuentas anónimas que tratan de asegurar su seguridad lo más posible”.
Muchas de estas mujeres no son ni activistas, cuenta Hala. “Son simplemente mujeres expresando sus opiniones o retuiteando mensajes para que liberen a mujeres activistas y ciertos prisioneros políticos. Le dieron 34 años a una mujer por apoyar la liberación de un preso político que no tiene seguidores casi. tendrá unos cien. Entonces, ves todo tipo de actos de represión aleatorios que se convierten en algo sistemático. Esto socava la creencia de la gente en el sistema”.
“Arabia Saudita nunca fue democrática pero solíamos tener un margen que usábamos para maniobrar políticamente”, recuerda Abdullah Alaoudh, director de Investigación para Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos en DAWN, una organización sin fines de lucro fundada por Jamal Khashoggi que promueve la democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos para todos los pueblos de Medio Oriente y África del Norte. “Era un país opresivo, pero no al nivel que estamos viendo en los últimos años, de perseguir a disidentes”.
Con respecto a las mujeres, aclara, “no hay que dejarse engañar por todo este empoderamiento de las mujeres y emancipamiento femenino. Es solo una estúpida narrativa tonta para la campaña de relaciones públicas del gobierno. ¿Qué empoderamiento hay si él encarcela a las defensoras de los derechos humanos más prominentes?”.
“Y sí, te deja ir a un estadio, pero si una de ellas se atreve a tuitear algo desde una cuenta anónima, será arrestada y sentenciada a 45 años. Son cambios superficiales que no significan nada si no hay libertad de expresión”.
El padre de Abdullah es Salman al-Odah, una personalidad conocida en Arabia Saudita, que en un momento tuvo uno de los programas televisivos más populares, y ostenta unos 13 millones de seguidores en Twitter. En la actualidad está tras las rejas en condiciones infrahumanas cinco años después de haber sido detenido por un tweet inocuo alentando al gobierno a poner fin a su enfrentamiento diplomático con Qatar, mientras que a 19 miembros de su familia se les prohíbe salir del reino.
“Arrestaron a mi padre en 2017. Él tiene una gran influencia, y MBS está obsesionado con Twitter. Mi padre durante la Primavera Árabe apoyó la posibilidad de libertad y democracia en los países vecinos. MBS habló con él y lo quiso convencer de que no hay corrupción. MBS le dijo entonces que no se gobierna con el amor del pueblo sino con miedo”.
En Riad, tanto hombres como mujeres son muy reticentes a dar opiniones. Si se habla de los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT, cambian de tema, se hacen los distraídos o se ponen a la defensiva. Algunos realmente apoyan a la monarquía y siguen manteniendo una mentalidad conservadora. La mayoría, especialmente los jóvenes, simplemente tienen miedo, pero apoyan que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres.
“Los derechos fundamentales de las mujeres aún no están protegidos. Todavía están a merced de un hombre”, dice Lina. “Cada vez se abre más, es cierto, pero, por ahora, el cambio no es real”.
(Fuente: Infobae)