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Hamas lanzó un masivo ataque sorpresa en Israel. Miles de cohetes fueron lanzados desde la Franja de Gaza. Además hubo incursiones por tierra y mar por parte de milicianos.

 

 

El profesor Said Chaya, analista internacional y coordinador del Núcleo de Estudios de Medio Oriente en la Universidad Austral, analizó la situación.

 

 

 

 

“No es posible entender el conflicto que se desató solo con el diario de hoy. La ocupación de los territorios palestinos es un dilema que data de 1948. El proceso de paz lleva casi 25 años estancado. La única propuesta de paz novedosa fue la del presidente estadounidense Donald Trump en 2020, hecho a la medida de Israel que por su contenido ningún político palestino en su sano juicio podría haber aceptado.

 

 

 

 

Hay una creencia difundida de que los Acuerdos de Abraham que promovieron la normalización de las relaciones entre Israel y algunos países árabes traerían la ansiada paz regional, pero no es posible un acuerdo estable con Israel que no incluya a los palestinos. Puede traer, por supuesto, beneficios económicos, pero no la expectativa israelí de vivir bajo fronteras seguras”.

 

 

 

 

“A esta altura, las declaraciones del presidente palestino Mahmoud Abbas son irrelevantes. La ausencia de elecciones nacionales desde 2005, su avanzada edad (próximo a cumplir 88) y la falta de logros en su agenda política, especialmente la imposibilidad de lograr un acuerdo con Hamas para la administración conjunta de ambos territorios (Gaza y Cisjordania) y la situación de indefensión en la que pone a los civiles palestinos a su cargo frente a las agresiones del aparato de seguridad israelí minan su credibilidad como líder capaz de lograr la moderación de los grupos que realizaron los ataques”.

 

 

 

 

“El ataque de Hamas tomó a Israel por sorpresa, de tal magnitud que algunos comparan con la guerra del Yom Kippur de 1973. En este caso, es posible contrastar uno y otro con las características propias de los nuevos conflictos del siglo XXI: involucra a actores no estatales y la relación de fuerza entre ambos es asimétrica.

 

 

 

 

Aunque una guerra es una tragedia, es un escenario en el que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu se mueve con mayor comodidad, en función de la coalición de extrema derecha que está liderando y que es hostil a cualquier acuerdo posible con los palestinos. La brecha de seguridad ha sido, sin embargo, un golpe duro para un sector que la usa como prédica de su buen gobierno, por lo que Netanyahu debe mostrar firmeza en la respuesta empleada para retener a los legisladores de su alianza y el respaldo de sus electores”.

 

 

 

 

“Las negociaciones por un posible acuerdo de normalización entre Israel y Arabia Saudita -como el que se firmó con Marruecos, Sudán, Emiratos Árabes y Bahrein- se estancarán en el corto plazo.

 

 

 

 

Esto será un golpe para el Departamento de Estado de Joe Biden, que estaba focalizado en este acuerdo para mostrar algún logro luego de que China se exhibiera tras auspiciar el acuerdo entre Irán y Arabia Saudita.

 

 

 

 

 

Esto es de gran importancia, ya que Arabia Saudita es el motor que genera los consensos al interior del Consejo de Cooperación del Golfo, espacio que comparte también con Emiratos Árabes, Bahrein, Qatar, Kuwait y Omán. La posibilidad de un acuerdo con Riad era la puerta que abría otros acuerdos con las naciones del Golfo.

 

 

 

 

Arabia Saudita está en una posición difícil: por las características de la formación de su política exterior, los sectores conservadores clericales alentarán un mayor involucramiento, mientras que los tecnócratas pedirán sostener la alianza con Estados Unidos. El príncipe heredero Muhammad bin Salman deberá ejercer de pivot entre ambos sectores”.

 

 

 

 

“Mientras tanto, Hezbolá, ubicado en la frontera entre Líbano e Israel, también podría involucrarse militarmente, lo que desataría una guerra regional de grandes proporciones y final incierto. Aunque entre Hamas e Irán hay gran afinidad, no es posible afirmar que Teherán estaría al tanto de esta situación.

 

 

 

Sin embargo, el alineamiento entre la milicia libanesa y el gobierno iraní es una sólida alianza que lleva cuatro décadas. Si, finalmente, Hezbolá se involucra, no habrá manera de exculpar a Irán de ello. El escenario no es favorable para Irán, mucho menos en un contexto de crisis económica y de represión política, cuestión que ha sido puesta de manifiesto con el reciente Premio Nobel de la Paz a Narges Mohammadi”.

 

 

 

 

Por Priscilia H

Periodista y productora de Revista Enterate MisionesLicenciada en Periodismo, Lic. en Medios AudiovisualesEs editora y productora de Revista Enterate, productora periodistica de "El Resumen de Noticias" de Revista Enterate

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